Tal vez me inventaste de una sombra…
De una fuerte, negra y corta, de verano al medio día.
O de la de un niño que le pega con vergüenza a un balón
cuando agoniza la luz.
Tal vez…
De la sombra de unos amantes (ávidos y locos) en la pared de
un cuartucho…
De la de unos amigos jugosos (e idolatras de chimenea y
fogata).
O de la de una antioqueña de rostro anguloso y camándula.
…
De la de un perro perdido en un barrio inmundo a las diez de
la noche.
O de la de una mano de niño que quiere ser animal…
De la de un vaso de agua turbia y viva, esclava de una vela.
Tal vez…
De la sombra fatídica y arrogante de una nube espesa que
avanza sobre La Tierra.
O de la de una lancha en La Cocha, que se aúna con los
reflejos y los destellos.
¿O tal vez de una sombra grave y tensa que reniega de su
origen y sólo pretende ser Ella, a
secas?
Pero… ¿Y qué tal si me inventaste de un nudo de sombras,
Como esos de Ciudad Blanca, de dos de la mañana?
De sombras que son hijas de faroles y que son también
penumbras.
De esas que acunan veinteañeros y versos mudos.
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