jueves, 12 de julio de 2012

Mi amado

Mi amado tiene 24 años, es flaco, blanco, caribonito, pedagogo y científico. Sus dientes son un poco rebeldes y sus labios son rojos y llenos de vida. Su piel es suave como la de un durazno y sus manos largas, delicadas y ágiles como las de un pianista.

Mi amado es dulce y sarcástico. Delicado y perfeccionista. Tierno y valiente. A veces escoge ser un niño y a veces un furioso guerrero en batalla. Tiene rostro de niño bueno, pero sus palabras pueden llegar a ser cortopunzantes y agresivas, si él así lo quiere. Creo que su ser ha reinventado la nobleza.

Tiene un "look" muy conservador y simple, que a mi me enloquece. Cuando juega a reinventar su estética es un peligro... un niño-hombre capaz de las más terribles combinaciones e ideas. Un demente de la moda, que desea ser vanguardista, y en general siempre luce como un conservador en proceso de reinvención.

El calor de su cuerpo extradelgado y su cabello de puerco espín son mi felicidad. Disfruta cada caricia como si hubiera vuelto a nacer en ese instante y cuando decide olvidarse del reloj lo hace  en serio, sin vacilaciones y hasta las últimas consecuencias.

Es un científico que se burla de mis gotitas homeopáticas y de mis "buenas energías" y que es feliz de escuchar las historias que he podido atestiguar en esos 7 años de ventaja que le llevo. Me cree poeta y mentiroso y le fascina. Me sabe inmaduro y arrebatado y puede vivir con ello. Tiene una fe irremediable en que más pronto que tarde nos iremos de viaje juntos y compraremos una casa hermosa e inmensa rodeada de bosque y cantos de pajaritos.

Es un profesor malévolo que disfruta de "exprimir" hasta el último esfuerzo de sus estudiantes. Un fanático de la religión del Metodo Científico, un niño con alma de cuarentón, un cuarentón enamorado de los chocolates.  Un experto en ganar peleas que debería perder. Un romántico vestido de jovencito serio y exitoso.

Me gusta observarlo de pies a cabeza. En ese cuerpo ultradelgado y largo reposa mi vida entera. En esas facciones de Santo Domingo Sabio veo el paraíso y la calma. Esas manos hacen música con mi cuerpo a pesar de desconocer cualquier nota. Esos ojos traviesos y pícaros podrían durar eternamente viéndome tocar mis versiones simplistas de las canciones de Silvio Rodríguez en esa guitarra que tantos celos le produce.

Mi amado se siente el padre de sus padres y el abuelo de sus hermanos. Y a veces juega a creerse mi hijo o un tío lejano. Siempre come poco y siempre está lleno. No siente pena de nada y no conoce límites cuando de nuestros cuerpos se trata. Puede acurrucarse haciéndose el consentido o el difícil, o puede hacer valer su reino sobre mi sin ningún recato o limitación. Puede comportarse como un sabio hermitaño habitante de una montaña abandonada, o como un playboy descarado dependiendo de su día en el laboratorio de química.

Mi amado sabe tanto y tan poco. Se siente el guardìán de un demente y lo disfruta. Y mientras piensa en un nuevo reactivo o en un catalizador diferente para los proyectos que ama o dirige, se permite confundirse y entregarse a esos besos largos que le doy en los dedos de los pies.

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