lunes, 23 de julio de 2012

Un don: el de las palabras adecuadas

Es algo que antes veía como un defecto. En el mundo de la ingeniaría, me calificaban de "carretudo" (colombianismo por hablador).

Con el tiempo he descubierto que tengo un don que me gusta mucho: el de tener las palabras adecuadas en el momento adecuado, tanto para un amigo en dificultades como para un desconocido que me confíe cualquier situación.

Digo que me gusta, pues me ha permitido, a pesar de mis múltiples confusiones y conflictos internos, dar algo de mi a las otras personas de forma efectiva. Ayudarles a ver algunas situaciones de forma más completa, ayudarles a considerar opciones e ideas que no les resultaban evidentes, identificar potencialidades que para ellos eran desconocidas.

El punto es que soy exhaustivamente analítico, algo que en la ingeniería es un defecto (hay que pasar a la acción) pero que en la consultoría, sea esta una profesión o sólo un hobbie, puede llegar a ser una cualidad. De alguna manera, creo que esa faceta de maniático del conocimiento (sin pensar nunca en su aplicación concreta) puede conducir a algunos escenarios interesantes y hasta útiles.

Hay otra parte importante de este don: sé cómo decir las cosas, aún las más incómodas, de manera clara y hasta "chévere" (colombianismo por agradable). A veces me preocupa ser demasiado diplomático, pero de un tiempo para acá, he logrado un nivel de franqueza respetuosa que no sólo me complace, sino que me resulta útil para mis relaciones interpersonales, y para ser un mejor amigo, un mejor compañero de trabajo, una mejor persona.

Es cierto que me interesa leer, que me gusta la guitarra, que amo las comunicaciones, pero creo que nada me apasiona tanto como conversar. Más si la conversación me permite aprender sobre nuevas posturas frente a la vida, y sobre todo, poder brindar algo de eso que he logrado recopilar a las personas con las que interactuo.

Creo que el valor de una buena conversación no ha sido suficientemente resaltado. Además de ser un placer, es una herramienta de aprendizaje permanente y flexible. Siento que el ser un buen conversador me da posibilidades permanentes de aprender y de disfrutar de otras mentes.

Antes pensé que era un defecto, por el mundo en que "crecí" profesionalmente. Hoy se que es una cualidad que no sólo me sirve para mi carrera sino para ser feliz.



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